es curioso que en méxico, donde somos percibidos como muy grupocéntricos, no existan organizaciones y agrupaciones de escala mayor al de la familia, pero menor al de las grandes corporaciones (partidos, iglesias, sindicatos, cámaras, etc) que, querámoslo o no, nos rigen. tenemos microgrupos (familia y círculo de amigos) y macroasociaciones (las megacorporaciones antes mencionadas), pero no tenemos mesoagrupaciones ("clubes," asociaciones, comités, etc).
las cosas no han cambiado de tocqueville para acá: pepe gringo distribuye su tiempo, afecto, participación y confianza entre su familia, su círculo de amigos, su comité vecinal, su club de lectura o de fans de britney spears, su asociación de propietarios de látigos o de consumidores de cacahuates, su sindicato o consejo, su iglesia, su partido, su "ward," su municipio, su estado, su gobierno federal, los poderes de cada uno de estos, etc. en méxico, juan pueblo sigue concentrando estos recursos en su familia, su círculo de amigos, su sindicato o consejo, su iglesia, su partido y esa nube amorfa que llama su gobierno.
yo creo que ninguna sociedad es más grupócrata que otra. redondeando, todos aportamos la misma atención o delegamos el mismo poder a grupos. la diferencia es que nosotros concentramos toda nuestra atención y/o poder en pocos grupos de tamaños o extremadamente grandes o extremadamente pequeños, mientras que en otras sociedades que aparentan ser más individualistas simplemente se distribuye la misma atención y/o poder en más asociaciones y agrupaciones de una mayor variedad de escalas, cada una con una más específica función, de modo que en nuestra cultura pocos grupos aprietan y se hacen ver, mientras que en las sociedades más "individualistas" cada grupo asfixia menos y se pierde entre los demás.
de las causas hablaremos en otra ocasión. adelantado, yo creo que mucha de la razón está en la importancia de la tradición en nuestra sociedad: la familia es dada; el gobierno también es dado--eso de los contratos sociales es mera mafufada (nacemos gobernados y no adquirimos el PRIVILEGIO de la representación sino hasta 18 años después de haber sido indoctrinados, regulados y "representados" sin nuestro consentimiento y hasta contra nuestra voluntad o interés supremo); en cambio, las mesoasociaciones son creadas y elegidas. (ojo, no quiero decir que no seamos creativos o emprendedores. solo quiero decir que somos tradicionalistas -cultivamos lo dado-, y, dentro de lo establecido, somos muy creativos y muy aventados; aunque, eso sí, del resto casi casi que decimos: "para qué organizar un club de chistoretes--no te la pasas bien con tus amigos?" o "eso de una asociación de medidores de niveles de corrupción es una necedad--nuestros diputados ya tienen una comisión encargada de ver eso.")
las consecuencias negativas de nuestra apuesta por pocos grupos fijos de dimensiones extremas, con funciones menos definidas, aunque con más poder, a primera vista, son:
1. el hecho de que hayan pocos grupos nos hace depender más de cada uno de estos, por imperfectos, corruptos, o insoportables que estos sean. si nuestro paterfamilias, nuestr@ espos@ o nuestra iglesia nos reniega, no nos queda mucho lugar en dónde apoyarnos o, en el mejor de los casos, nos volvemos aún más sobredependientes de nuestros restantes puntos de apoyo. preferimos arriesgarnos a ser más cautelosos, pacientes, aguanta-suegras y conservadores, a aventarnos a distribuir nuestros huevos en más canastas.
y luego nos preguntamos cómo podemos ser tan dupliciosos e hipócritas: la hipocresía es privilegio del inprescindible; la duplicidad, recurso del reemplazable. si tuvieramos mayor flexibilidad y diversificación social podríamos ser más sinceros y no cargaríamos tanta frustración intrarrelacional, pues no veríamos la necesidad de recurrir a otra mentirita piadosa ni a soportar otra pasada de regla.
2. el hecho de que sean generalmente dadas estas agrupaciones y de que no se fomente la complementación o sustitución de estas con nuevas asociaciones más especializadas y elegibles, da incentivos perversos a las instituciones existentes (que las más de las veces no son más que la sombra de un caudillo, como decía algún barbudo), que se dedican a explotar su monopolito con el mínimo esfuerzo por atender al paciente.
3. el hecho de que nos saltemos culturalmente de las microasociaciones a las macroasociaciones nos quita la oportunidad de beneficiarnos de asociaciones de las escalas restantes que, por su naturaleza, pueden contar con cualidades hechas a la medida de la satisfacción de ciertas inquietudes o necesidades.
4. el hecho de que deleguemos tantas funciones y expectativas a tan pocas organizaciones las sobrecarga si verdaderamente intentan servirnos--en todo caso, muchas cosas se hacen mal, o son dejadas de hacer, por simple sobresaturación, aprofundización y otorgamiento de títulos de dependencia sin condiciones.
5. el poder que concentramos en las instituciones existentes, chicas y grandes, hace olvidar a sus integrantes que es por falta de alternativas o por mera tradición, y no por mérito propio, que mantenemos nuestra lealtad a la marca. sus miembros abusan y desusan este poder como es de esperarse, pues no son castigados ni reemplazados acordemente--solo nos quejamos.
mil quejas no hacen una solución: mientras no nos organicemos, nos seguirán organizando los caudillos.
si no imponemos un orden de abajo a arriba o del medio para todos lados, el orden será impuesto de arriba para abajo; pero alguien nos tendrá que organizar desde algún lado si no lo hacemos por nosotros mismos desde ahorita.
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