domingo, 7 de noviembre de 2010

una agenda ciudadana para bcs 2

este es el baile de la participación ciudadana:

nos levantamos, nos rascamos la cabeza y nos hundimos en el sofá.
regresamos a nuestro modo de pasividad, cinismo y brotes de coraje con un recurrente:

- "pero eso ya se ha tratado"
- "nooo, eso nomás mete a uno en problemas"
- "es muy complicado"
- "y yo pa' qué quiero más papeleo?"
- "pero, para qué echarle más grilla a la política?"
- "bien, llámenme cuando esto sea una urgencia"
- "mejor concentrarse en el voto"

bravo! somos el ciudadano modelo que todo político del que tanto nos quejamos quiere tener en su distrito: tememos levantar la voz, nos resignamos a votar por lo que nos pongan, pero sobretodo nos rehusamos a comandar.

a fin de cuentas nuestra función es la de vaciarnos las bolsas para que ellos gasten a su criterio. no, esperen, también hay que delegar a rienda suelta, para que se haga su voluntad con los poderes que les conferimos.

un sargenteño me la puso muy claro el otro día: "somos como prostitutas y nomás nos toca escoger a cuál cabrón le toca nalguearnos."

he ahí en lo que ha venido a parar nuestra democracia: un sistema en el que firmamos un cheque en blanco y luego andamos mendigándole al gobernante en turno para que nos suelte una caridad de entre SUS recursos, o para que, de perdida, nos haga un favor con SU poder, que quién sabe de dónde sacó, pero cómo hace maravillas.

cómo hemos llegado a este extremo de degeneración?

ciertamente tiene que ver el que nos percibamos como entes obligadas a pagar impuestos y casualmente beneficiadas por la gracia de nuestros gobernantes.

también tiene que ver el que entendamos a nuestros servidores públicos y representantes como personas autónomas e independientes a quienes toca hacerse del poder y los recursos que estamos obligados a tributarles y que, en definitiva, no tienen ninguna obligación para con nos.

la costumbre del juego al maestro y el esclavo también ha jugado un gran papel.
pero sobretodo, la desilusión...

pensábamos que tan pronto como pudiéramos elegir quiénes ocuparían nuestros cargos públicos, obtendríamos automáticamente un funcionamiento más aceptable de nuestros gobiernos. le podríamos llamar el argumento neoconservador.

pero resulta que, tanto aquí como en iraq o islandia, no basta con seleccionar a la novia para tener un matrimonio perfecto; hay que trabajar juntos en el día a día para llevar adelante una relación benéfica a ambas partes.

y es que la relación se ha puesto tan mal, que ya hay quienes tramitan el divorcio con la democracia, y en verdad no son menos que quienes proponemos darle un segundo aire a esta relación, a base de mayor comunicación y participación.

en definitiva, un buen modo para recomenzar es aclarando en qué consiste la relación entre la ciudadanía y sus delegados de poderes y asistentes públicos, porque aparentemente vivimos en un malentendido:

yo por lo pronto no entiendo exáctamente de dónde salió la idea de que nuestro gobierno es una casual herramienta de la propiedad de nuestros servidores o representantes. lo que sé es que estamos hablando de un órgano que constituimos los ciudadanos de este estado para garantizar nuestros derechos.

es cierto que, por razones logísticas y organizacionales, elegimos representantes y asignamos servidores para que vean más directa y constantemente por la observación de nuestros derechos, siempre acatando, dicho sea de paso, nuestras instrucciones. pero lo que debe quedar muy claro es que cumplir con este acometido no es un favor sino una obligación, y de hecho, la única razón por la que hemos creado esos cargos.

también confiamos en las manos de quienes ocupan esos cargos las aportaciones que juzgamos necesarias para el buen funcionamiento de esa máquina que es nuestro estado, cuya única función es la de ver por nuestros derechos.
si se fijan, ninguna porción de nuestras aportaciones está etiquetada como dádiva o tributo, y de hecho, obligamos a nuestros representantes a asignar esos recursos donde les instruyamos, del mismo modo que obligamos a nuestros servidores a rendirnos cuentas claras sobre el uso que van haciendo de esos recursos.

tenemos entonces, que, de palabra y por escrito, de nosotros emana el poder, de nosotros también parten los recursos, y a nosotros vienen a dar ambos, del modo que nosotros elegimos. sin embargo, en las obras de todos los días, la realidad es otra; y no importa cuántas veces lo hagamos notar, la situación no cambia.

visto que la voz y el papel no tienen mayor efecto sobre la conducta de nuestros representantes y servidores, no queda más que participar más directa y constantemente en el diseño, la supervisión y la rendición de cuentas de las políticas públicas de las distintas administraciones que gerenciamos con la ayuda de nuestros delegados de poderes y representantes electos.

ojo, no estamos diciendo que se requiere una mayor politización del manejo de nuestros recursos y poderes públicos, ni andamos proponiendo una agenda política o partidista.

aquí se está hablando de comenzar a ejercer un derecho implícito de la ciudadanía, el de diseñar más directamente nuestras inversiones públicas, el de revisar más escrupulosamente la ejecución de nuestras instrucciones , y el de recibir cuentas claras del uso del poder y los recursos que confiamos a los delegados que vamos asignando, así como los representantes que vamos eligiendo para llevar a cabo nuestros encargos.

solo así podemos asegurarnos que las deliberaciones de nuestros representantes y servidores están encaminadas lo más posible hacia lo que necesitamos, y que sus acciones se realizan del modo más cumplido para que obtengamos los mejores resultados, los que nosotros queremos.

a fin de cuentas la participación ciudadana es una herramienta para facilitar el trabajo de nuestros servidores y representantes, y tan pronto como estos hagan mejor su trabajo, estaremos viendo más beneficios para la ciudadanía y una mejor percepción de nuestra clase política, de modo que todos ganemos.

en realidad podríamos vivir en mayor harmonía con nuestra clase política, y si nuestra relación no está marchando mejor es por nuestra culpa: a fin de cuentas nosotros somos quienes les confiamos mucho y les exigimos poco.

de lo que esta serie se trata es de proponer los medios para abalanzar nuestras exigencias con nuestras confianzas, de modo que no sigamos teniendo un mal gobierno, un pésimo servicio y la deficiente atención que no nos merecemos.

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